Tim Jackson C. F.
"Cuestionar el crecimiento es un acto de lunáticos, idealistas y revolucionarios", escribió Tim Jackson, vaticinando lo que le iba a caer encima cuando publicó 'Prosperidad sin crecimiento' (Icaria). Y sin embargo este economista a contracorriente de 57 años, autor teatral, guionista y profesor de Desarrollo Sostenible en la Universidad de Surrey se considera ante todo "realista". Ahí va su particular diagnóstico sobre lo que está pasando...
"Nuestra sociedad se enfrenta a un profundo dilema. Dejar de crecer es arriesgarse al colapso económico y social. Perseguir el crecimiento a toda costa es poner en peligro los sistemas ecológicos de los que dependemos para nuestro propio crecimiento".
El modelo económico que hemos construido, según Jackson, es lo más parecido a un castillo de naipes: "Se detiene el crecimiento y le entra el pánico a los políticos. Las empresas luchan para poder sobrevivir. La gente pierde su empleo e incluso sus casas. La espiral de la recesión se hace más y más profunda".
La preguntamos pues a Tim Jackson si la "solución", como proponía en esta misma serie Robert Skidelsky, pasar por volver a crecer y entonces sí, entonces reformar a fondo el sistema y avanzar hacia otro modelo esencialmente distinto, pero al menos partiendo de una situación menos crítica.
"Si el sistema está roto, ¿para qué vamos a esperar?", responde (y pregunta) Tim Jackson. "No podemos esperar a que las cosas vuelvan a ir bien, entre otras cosas porque no tenemos ninguna garantía de que se pueda volver a crecer como antes del batacazo del 2008. El momento para afrontar el problema es ahora. Es absurdo desplegar las velas con la esperanza de navegar otra vez viento en popa... Y darnos cuenta de que en realidad avanzamos por un canal muy estrecho, y que no tenemos ya capacidad de maniobra".
"En mi libro no propongo dejar de crecer y dar marcha atrás", advierte Jackson (en una próxima entrega hablaremos del "decrecimiento"). "Lo que recomiendo es una serie de cambios para avanzar hacia otro modelo macroeconómico, que no esté basado en la persecución del crecimiento a toda costa, sino en labusca de un nuevo equilibrio. La nueva meta sería la estabilidad:económica, financiera, social y ecológica".
El compendio de ideas que propone Jackson parte eso sí de una redefinición de la "prosperidad", identificada hasta ahora con la abundancia material y el crecimiento económico. "La prosperidad consiste en nuestra habilidad para progresar como seres humanos dentro de los límites del planeta", sostiene Jackson. "El reto de nuestra sociedad es crear las condiciones para que eso sea posible. Es más, yo diría que es la tarea más urgente de nuestros tiempos".
Reconocimiento de los límites
En primer lugar tiene que haber, según Jackson, un reconocimiento tácito de los "límites", para acabar con la "patología" con la que sigue funcionando el sistema: crecimiento infinito en un sistema finito. El profesor de Surrey propone una revisión a fondo de las instituciones económicas, para reforzar los intereses a largo plazo y encauzar las inversiones estratégicas hacia el sector de servicios (lo que él mismo ha bautizado como la 'economía Cenicienta'). Por último, Jackson apunta a un cambio de la "lógica social", para salir de la trampa del hiperconsumismo y de la hiperproductividad.
Sus recetas pasan obligatoriamente por destronar el Producto Interior Bruto como sacrosanta medida de todas las cosas. "El PIB ha muerto", sentencia Jackson. "Necesitamos otros indicadores del progreso, que tengan en cuenta la destrucción ecológica, la calidad de vida y el bienestar social de la población. Ya hubo un intento de hacerlo, con el informe de Comisión Sarkozy en el que participaron entre otros Joseph Stiglitz. Pero no fue un intento sincero. Yo creo que los políticos nunca se llegaron a tomar el asunto en serio. Fue como el último baile antes de hundimiento del Titanic".
Los políticos... Tim Jackson los conoce de cerca y puede asegurar que son en su mayoría "unos analfabetos económicos". Las políticas de austeridad, en su opinión, son una "medida regresiva que obedece a una manera muy básica de entender la economía" y que está sirviendo "para castigar a los más pobres y beneficiar a los más ricos".
"Quiero pensar que es por ignorancia, pero si los Gobiernos están haciendo todo esto deliberadamente, entraría ya casi en el comportamiento delictivo", sostiene Jackson, que pone sobre la mesa los escalofriantes datos del paro en España. "La misión fundamental del Estado debería ser la de procurar el pleno empleo. En situaciones de emergencia como las que está viviendo España, como la mitad de la población joven sin trabajo, el Estado debería ser incluso el "empleador de último recurso". Si no, corremos el riesgo de crear una generación de jóvenes excluidos y de sembrar las condiciones de violencia e inestabilidad social".
Empleo
"¿Y cómo crear empleo si la economía no crece?", le formulamos la pregunta incómoda...
"Hay mucho trabajo, lo que pasa es que no nos dejan verlo. Sobre todo en lo que yo llamo el sector de la economía "Cenicienta": la salud, la educación, el cuidado de los mayores, la cultura, el ocio, los empleos vinculados con la protección del medio ambiente... Mientras sus hermanas mayores (desde las finanzas a la extracción de materias primas) estaban fuera de fiesta, la economía "Cenicienta" se ha quedado haciendo el trabajo "sucio" porque no está considerado como "productivo" con las pautas actuales".
"Todo esto tiene que cambiar", advierte Jackson. "Hay que dar el paso definitivo de una economía basada en los productos materiales y en el consumismo, a una actividad más apoyada en servicios y bienes intangibles, que no causen daños al planeta. Y en cuanto se produzcan las "inversiones estratégicas" hacia estos sectores tan fundamentales y necesarios para nuestro bienestar, se generarán nuevos empleos. Harán falta otras medidas suplementarias, como la reducción de las horas laborales: si queremos trabajar todos, necesitamos una redistribución más equitativa del trabajo".
Además de "lunático, idealista y revolucionario", a Tim Jackson le han llamado también "ecosocialista" por plantarle cara al gigante del crecimiento y proponer un modelo que, a simple vista, se desvía peligrosamente de los cauces de eso que aún llamamos capitalismo...capitalismo o si debería llamarse de otra manera, pero la verdad es que no me importa. Lo que importa es que el capitalismo consumista y financiero es una receta para el desastre, ya lo hemos visto. Nuestra única opción es cambiar. Tenemos que transformar las estructuras y las instituciones que dan forma al mundo en que vivimos. Tenemos que articular una visión más creíble de prosperidad duradera".
Publicado en EL MUNDO:
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