Menos ladrillos, más cerebros: así sintetizaba hace pocas semanas el Secretario General de la OCDE el mayor desafío de la economía española, traduciendo el concepto de “economía sostenible” a una expresión perfectamente entendible.
Y es que, en efecto, una economía más sostenible significa, en primer lugar, mayores dosis de inteligencia, de conocimiento aplicado a generar bienestar de forma duradera. En España hay que superar el espejismo colectivo de la creación “fácil” y rápida de riqueza, favorecido por las extraordinarias facilidades del crédito, barato y a muy largo plazo. Las consecuencias están a la vista: sobreendeudamiento de familias y de empresas -en una proporción, en términos de PIB, muy superior a la de los países de nuestro entorno- consumo excesivo e irresponsable y... la “burbuja inmobiliaria”, que tras crear tanto empleo y elevadísimos beneficios -sobre todo para algunos- ha reventado, arrastrando efectos gravísimos desde todos los puntos de vista. Efectos incluso irreversibles desde el punto de vista ambiental, por la excesiva ocupación de territorios, incluidos muchos de gran valor ecológico. Efectos también muy negativos para las arcas públicas -España es el país de la UE donde más han caído los ingresos públicos en los últimos dos años-, precisamente en un momento en el que es imprescindible mantener un elevado volumen de recursos públicos para garantizar la recuperación económica y compensar, al menos en parte, el drama social del desempleo. Por cierto, el aumento del IVA constituye, de acuerdo con la OCDE, la decisión más acertada -con menores impactos negativos sobre la recuperación económica respecto a otras opciones- en un contexto en el que ningún país de la OCDE está reduciendo impuestos, e incluso varios gobiernos -de todos los colores políticos- han adoptado ya decisiones análogas.
España tiene, afortunadamente, suficiente potencial para avanzar hacia una economía más basada en el conocimiento. La Estrategia y el Proyecto de Ley de Economía Sostenible aprobados por el Gobierno contienen numerosos instrumentos en esa dirección. En particular, se está mejorando el marco de apoyo a la ciencia, la investigación y la innovación, así como en la regulación y el impulso de la formación profesional, una gran asignatura pendiente en un país con alto porcentaje de fracaso escolar y con una elevadísima proporción de jóvenes entre 15 y 24 años que ni estudian ni trabajan. Por ello, es absolutamente oportuno el esfuerzo del Gobierno para lograr un gran pacto en materia de educación, que garantice una política estable -y coherente, entre todas las Administraciones-, en aras de los objetivos de excelencia y de equidad.
Una economía más sostenible requiere la optimización en el uso de nuestros recursos humanos, mejorando la empleabilidad de hombres y mujeres de cualquier edad, a partir de un mayor esfuerzo de fortalecimiento de capacidades a lo largo de toda la vida. En España, además, hay todavía un gran margen para la incorporación de las mujeres al mercado de trabajo, y para ello es urgente la consolidación de los servicios públicos necesarios para atender a las personas dependientes, cuyo cuidado recae hoy en las mujeres de forma casi exclusiva.
La mayor sostenibilidad de nuestro modelo económico -en el sentido de alcanzar mayores niveles de calidad de vida, utilizando mejor el conocimiento, con menor uso de recursos naturales y menor contaminación- debe conseguirse en todos y cada uno de los sectores.
En el caso del sector de la construcción, el Gobierno ha puesto ya en marcha incentivos mucho más potentes que en el pasado para promover el alquiler, la rehabilitación de viviendas y la regeneración de ciudades, concentrando así el esfuerzo en la mejor utilización del parque inmobiliario ya construido, en el que España tiene el record mundial de viviendas desocupadas por habitante. Además, el Gobierno apoya las mejoras técnicas que permiten reducir el consumo de energía y de agua en los edificios, así como el uso de energías renovables. No se trata, por tanto, de “más construcción”, sino de una necesaria “puesta al día” de lo ya construido, incorporando nuevas actividades de mayor cualificación.
Para ello, el Gobierno reasignará recursos antes dedicados a la desgravación fiscal a la compra de vivienda, de forma que esta desgravación solo beneficie en el futuro a los niveles más bajos de renta. Por cierto, esta ha sido, durante años, una de las recomendaciones más insistentes por parte de la OCDE, que consideraba la importante desgravación fiscal a la compra de vivienda en España, como un peligroso estímulo a la construcción de un número excesivo de viviendas.
Es obvio que la potenciación de la vivienda en alquiler requerirá un esfuerzo continuado por parte de todas las Administraciones, más allá de los incentivos fiscales incorporados en la Ley de Economía Sostenible, y de las ayudas directas del Gobierno que benefician ya a más de 200.000 jóvenes. Pero se trata de una transformación de nuestro mercado de vivienda absolutamente imprescindible, entre otras cosas, para mejorar la movilidad geográfica en España, permitiendo con ello aprovechar mejor las oportunidades de empleo.
Porque de eso se trata: de crear más empleo, de mayor calidad...y no a cualquier coste. Para ello es preciso, sin duda, activar la economía. Pero la relación entre el incremento del PIB y la creación de empleo merece un análisis riguroso, sobre todo teniendo en cuenta que en los próximos años es muy probable que el PIB crezca con menor intensidad que en el periodo anterior a la crisis: hay que tener en cuenta las lecciones de esta crisis, evitando volver al anterior patrón de crecimiento, supuestamente justificable por su capacidad de creación de empleo. Si se consolida la reorientación de
la economía, invocada en este artículo, podrá aumentar el empleo estable, ligado a actividades con un gran potencial de futuro: la sustitución de los combustibles fósiles -todos ellos con fecha de caducidad- por energías renovables, cuyo uso responsable y eficiente se verá además favorecido por la utilización masiva de las tecnologías de la información y de la comunicación; la fabricación de vehículos, así como los modos de transporte público menos contaminantes, por ejemplo el transporte de mercancías por ferrocarril; o los empleos vinculados a la prestación de servicios públicos de apoyo a la dependencia, a los menores...En ese sentido, el ejercicio ya realizado por la Fundación IDEAS supone una aproximación muy interesante a la capacidad de creación de empleo en una economía más sostenible.
En síntesis, hay que aprovechar esta crisis para imprimir un nuevo rumbo -más social, más ecológico- a nuestra economía, coherente con lo que ya se está haciendo en los países más dinámicos de nuestro entorno.
En relación con la burbuja inmobiliaria, el abaratamiento excesivo del crédito y la artificial valorización de muchos activos económicos (pero sobre todo los inmuebles), recomiendo el libro que me acabo de terminar, "El hombre que cambió su casa por un tulipán", de Fernando Trías de Bes. Genial. Su subtítulo ya es revelador: "Qué podemos aprender de la crisis y cómo evitar que vuelva a suceder". Su tesis es que esta burbuja es como todas las burbujas económicas de la historia, que era previsible como en realidad lo han sido siempre todas, y que los humanos tendemos a creer de forma irracial que si el precio de un bien sube es que lo seguirá haciendo en el futuro, y que si sube disparatadamente, seguirá subiendo disparatadamente de forma indefinida. Lo más probable es que si se revaloriza demasiado rápido acabe desvalorizándose a la misma velocidad.
ResponderEliminarPor lo demás, chapeau como siempre a la mejor ministra de Medio Ambiente que tendremos en mucho tiempo. Ojalá volviera al primer plano. Ejem. Ojalá la dejaran volver.
Jaume, muy interesante la recomendación, comparto el criterio.
ResponderEliminarMuchas gracias,
Miguel Aguado Arnáez