Koldo escribe este artículo que comparto. Necesitamos el mismo entusiasmo colectivo que estamos demostrando en el Mundial de fútbol para jugar otros juegos más decisivos, marcar goles más importantes, la humanidad se enfrenta a grandes "juegos" que no pueden tener ganadores o perdedores, o todos ganamos, o todos perdemos.
Dicen los comentaristas deportivos que cabeceó con el corazón, con el alma de todo un país. ¿Quién movió la cabeza de Puyol? ¿Sólo, el propio delantero, o con el apoyo de los millones de españoles que corrían con él, que insuflaban al futbolista y a su equipo ánimo en su espíritu, fuerza en sus músculos, precisión en sus movimientos? Adquirimos una fuerza impresionante cuando juntos/as apostamos por metas colectivas.
¿Y si nuestros balones volaran más alto? ¿Y si colocáramos más arriba nuestras aspiraciones, nuestras porterías? Hemos de batirnos también en otros campos, sobre otras alfombras, ante otras redes… ¿Y si el sueño de “la roja” fuera más ancho? ¿Y si ese desbordante caudal de energía colectiva nos siguiera acompañando tras otras metas? ¿Y si la verdadera batalla no fuera contra los de blanco o los de naranja? ¿Y si tuviera más que ver con mejoras globales, con dignificar y elevar la vida en todas sus manifestaciones?
El entusiasmo mantiene vivos a los pueblos, pero un campo de fútbol, por muchas cámaras que se le echen encima, es un espacio muy limitado. La palabra “entusiasmo” viene precisamente de “en-theos”, que significa “lleno de Dios”. Cuando somos “en theos” podemos cumplir imposibles. Vivimos un entusiasmo colectivo que nos ha proporcionado “la roja”, pero dicen que en realidad ese Dios del coraje sin fondo está con nosotros en todos los “choques” que merecen la pena, en todos los desafíos nobles, por difíciles que se manifiesten.
El mundo no cambiará por más balones que se encajen en una u otra portería. Pero todo este “ensayo” del mundial nos ha valido para vivir la experiencia del entusiasmo colectivo. Sudáfrica fue sólo laboratorio. Ahora tocan otros tantos, ahora llegamos a las auténticas finales. Ahora toca gol al hambre, a la explotación, al armamentismo…, cabezazos de muerte a la violencia, a la división, al odio… Ahora toca el “A por ellos” de verdad…, a por la miseria, la enfermedad, el analfabetismo, la degradación de la Tierra… ¿Cuánto mundial aún por jugar? ¿Cuánto gol aún por marcar? No sabemos lo que hará “la roja”, no sabemos lo que ocurrirá el domingo al atardecer, pero todos merecemos un trozo de gloria, el gozo de constatar que nuestro equipo, por nombre Humanidad, también progresa. Todos somos seguidores de ese club de 6.000 millones de socios. Medien o no brillantes cabezazos, todos merecemos alzar una copa de victoria.
La dignidad antecede a la gloria. Todos sin exclusión alguna la meritamos, dignidad de todos los niños de la tierra que bien de mañana cogen libros y marchan hacia una pizarra, la dignidad de todas las mujeres de todas las latitudes por fin respetadas y honradas; de todos trabajadores/as recompensados con justicia en su tajo; la dignidad de todos los hogares con un pan en su mesa; la dignidad de todos los seres, de todos los pueblos por fin considerados, por fin libres… He ahí sólo algunos goles que nos aguardan.
Mantener el ardor colectivo nos permite atender otros retos. El Dios de la vida y el entusiasmo, el Dios de la fuerza y la bondad infinitas, “que los hombres distintos llamamos con distintos nombres” (Lanza de Vasto), siempre está con nosotros, cuando nuestros balones cobran altura y nuestras porterías también se elevan.
Reciclemos pues ese coraje grupal. Vayamos juntos a por otros goles. Vayamos a por una gloria que vista todos los colores, que campe en todas las geografías; una gloria que no se acabe en una orgía de cuestionable gusto en la céntrica fuente de una ciudad eventualmente dichosa; gloria que perdure, gloria eterna de todos los hombres y mujeres de la tierra compartiendo y cooperando, viviendo en auténtica paz, en genuina fraternidad.
Ficción de deporte y cerveza a granel, cuando la realidad permita juego, cuando la explotación y el horror sean derrotados. Mientras tanto, no decaiga la ilusión, no nos abandone el próximo lunes el entusiasmo. ¡Juntos podemos! Ese Dios sin nombre, ese Dios con todos los nombres, afina nuestro tiro ante las mentadas y urgentes porterías. Hay camisetas para todos. Sudemos batallas verdaderas, penaltys que harán historia. Saltemos juntos a la causa común, al campo ineludible, mañana puede ser demasiado tarde.
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