El principal reto del nuevo Plan Hidrológico Nacional no es crear infraestructuras, planificar trasvases ni garantizar m3: es hacer país: ser capaz de inculcar en las conciencias que el agua es de todos, no para todos ni para todo, simplemente de todos. Con ello empezaríamos a garantizar el desarrollo igualitario y solidario de las regiones, o lo que es lo mismo, garantizar un futuro común como Estado, unión de culturas, lenguas y diversidades, que deben ser la bandera de esta nuestra España.
El principal reto del nuevo Plan Hidrológico Nacional es hacer país
La actual estructura del Estado Español, con 17 Comunidades Autónomas, cada una con sus intereses, proyectos, anhelos y sensibilidades con respecto a la captación y posterior uso del agua -en la mayoría de las ocasiones como consecuencia de unas determinadas políticas económicas y de desarrollo regional- hacen que exista una verdadera competencia interregional, y más si cabe con el complejo y desigual sistema hidrológico español.
De ahí que hayamos sufrido en el pasado verdaderos enfrentamientos entre Autonomías, ya no sólo políticos si no sociales, por el uso y la posesión del único recurso verdaderamente indispensable: el agua.
Así tuvimos que contemplar como catalanes y aragoneses por un lado, y valencianos y murcianos (más almerienses) por otro, salían a las calles enarbolando banderas de la discordia sin quizás, tener ninguno la razón absoluta, y lo que es más preocupante, sin pararse ninguno de los dos a reflexionar sobre las razones del otro.
Espectáculos similares contemplamos en Andalucía y Extremadura por el Guadalquivir o de nuevo en Extremadura y Castilla y León por el Duero, ambos acabando en el mismísimo Tribunal Supremo.
O más actualmente, contemplamos como murcianos y toledanos discrepan por las aguas del Tajo y el polémico y vetusto Trasvase Tajo-Segura.
El problema radica en dos cuestiones básicas: una, el modelo- quizás no sólo hidráulico si no Nacional-, y dos, que o no se ha comprendido o no se ha querido transmitir que el agua de un río o de un acuífero no pertenece a los lugares por donde este discurre o se ubica: el agua es de todos, esté donde esté.
El agua es de todos, esté donde esté
Es un hecho que aún no hemos llegado a comprender que en un mundo cada día más globalizado y competitivo no tiene sentido batallar con el hermano, olvidando o escondiendo el principio básico de solidaridad interregional, que es vital para seguir compartiendo un futuro común. Solidaridad bien entendida, por supuesto: el agua es tan indispensable para la vida como indispensables para ella no lo son según qué tipo de crecimientos que a su vez, condenan de muerte nuestras costas…Y solidaridad sobre todo, acompasada con los tiempos que vivimos. En 1992 Alfonso Guerra, en su Discurso de apertura VIII Jornadas Parlamentarias, El Agua en España, se planteaba que “si era posible colocar un sistema que haga que el agua que se pierda en el norte se pueda conducir al sur, al igual que se lleva gas de Siberia a Marsella”, en clara referencia al trasvasista Plan Borrell, heredero democrático del sempiterno Indalecio Prieto. Quizás lo que era sensato en 1992, dados los avances tecnológicos, no lo sea en 2013, al igual que hoy sería impensable realizar las sensatas propuestas para su época del formidable ingeniero Carlos Lemaur, del que seguro aprendió el gran Lorenzo Pardo.
Cierto es que no siempre nuestros responsables políticos son precisamente eso, responsables, sabedores de los buenos réditos que pueden conseguir enarbolando banderas que tocan el corazón de los suyos más allá de ideologías políticas (agua=oportunidades=empleo), pero eso es algo que los ciudadanos también debemos exigirles: imaginación, creatividad y responsabilidad.
De ahí que para el segundo de los problemas sólo quepa una solución con doble vertiente: la educación. Hacer ver a la ciudadanía, por desgracia tantas veces manejada con temas tan sensibles, que no en todos los lugares hay lo necesario y que la solidaridad debe de primar: ni en Toledo hay playa ni en Murcia el agua que necesitarían para su crecimiento. Y por eso ni los toledanos van a dejar de ser tan dueños del Mar Menor como los sanjaviereños, ni los murcianos tan dueños del Tajo como los talaveranos. Eso, y responsabilidad de unos y otros basando las decisiones más en la técnica y mucho menos en la geopolítica.
El primero de los problemas es quizás la piedra angular de lo que debería ser el nuevo Plan Hidrológico, acompañado eso sí, de los correspondientes cambios constitucionales y legislativos correspondientes. Es más, al igual que primero se capta el agua y luego se distribuye, el Plan debería ser una consecuencia de éstos, es decir, de un nuevo modelo de País.
Todo modelo, autonómico o federal, reserva para el Estado una serie de competencias que, por su importancia para el conjunto, deben ser regidas por una instancia superior. Hablamos de Política Exterior, Defensa, etc… ¿Y por qué no el agua y por extensión la energía y el medio ambiente, incluyendo en éste las costas y el litoral?
De hecho si analizamos la Directiva Marco del Agua, veremos que establece que “los estados miembros adoptarán las disposiciones administrativas adecuadas, incluida a designación de la autoridad competente adecuada, para la aplicación de las normas de la presente Directiva en cada demarcación hidrográfica situada en su territorio”. Es decir, la autoridad, en singular. O lo que es lo mismo a nivel español, las Confederaciones Hidrográficas… Ni Comunidades Autónomas, ni Diputaciones Provinciales ni Municipios…Éstos últimos, según la propia Constitución Española, deben garantizar el abastecimiento domiciliario, pero en este tetris de más de 8.000 municipios que es España, no son pocos los que además gestionan sus propias captaciones (pozos, sondeos, ríos, manantiales, fuentes, etc…) sin apenas interferencias externas. O Comunidades Autónomas como Madrid, donde todo lo domina la hasta ahora Empresa Pública Canal de Isabel II -Gestión -propietario incluso de sus propias presas- pero que más allá de dedicarse a sus competencias, desea ampliar sus quehaceres fabricando un monopolio haciéndose con los abastecimientos urbanos y alcantarillados de los municipios madrileños y compitiendo internacionalmente con las empresas tecnológicas del ciclo del agua. Todo ello, para ser posteriormente vendida al mejor postor…
Las privatizaciones del agua son uno de los peligros que más nos acechan en este inicio del siglo XXI
Y es que las privatizaciones del agua, sobre todo para revertir suculentos beneficios a las arruinadas administraciones competentes, dado su alto grado de eficiencia y valor añadido, son uno de los peligros que más nos acechan en este inicio del siglo XXI. No debemos jamás olvidar que “el agua es un recurso natural limitado y un bien público fundamental para la vida y la salud. El derecho humano al agua es indispensable para vivir dignamente y es condición previa para la realización de otros derechos humanos”, según el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de la Organización de las Naciones Unidas. Es por ello que mercadear con un bien común es como vender nuestra propia alma a un diablo llamado mercado, que sólo entiende de dinero y nada sabe (ni tiene porque saber) de derechos humanos, valores y principios.
Buena muestra de ello son las centenares de concesiones que van a revertir al Estado en las próximas décadas tras enriquecer ilícitamente a empresas privadas durante 75 injustificables años. Concesiones sobre todo, hidroeléctricas… O peor aún, el injustificable Catálogo de Aguas Privadas que nació de la Ley de Aguas de 1985 tras 106 años de privacidad de las aguas subterráneas.
Por tanto, si fuéramos capaces de articular un nuevo modelo de convivencia y por extensión, generar las sinergias para aglutinar esfuerzos encaminados a proteger, garantizar y repartir los recursos naturales comunes de toda una Nación –agua, energía y medio ambiente- tendríamos gran parte del futuro ganado. No se trata de desposeer a las partes sino de potenciarlas fortaleciendo lo que tenemos en común y es indispensable para la vida de todos, dejando para si lo demás.
Estos principios de eliminar los intereses comerciales del agua, acordes con la Iniciativa Ciudadana Europea sobre el uso del agua, y la inclusión de una figura única, no son sino el sueño de dejar en manos del Estado, y por ende fuera de toda confrontación comercial, social y política, todo lo referente a ese bien tan valioso y escaso como es el oro azul.
Publicado por: Juan Aragoneses en iagua (http://www.iagua.es/blogs/juan-aragoneses/pnh-hacer-pais)
Gracias por publicarlo Miguel. Un saludo.
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