Jack Andraka, durante una charla TED en 2013 (Duncan Davidson
"Es el Henry Ford de nuestra era", los halagos no conocen límites a la hora de calificar a Jack Andraka, un quinceañero que, por su aspecto, sin duda recibiría las reprobatorias miradas en el metro de los más mayores. Somos víctimas de los prejuicios y este adolescente del estado de Maryland cubría todos los estereotipos como para darle la espalda en una fiesta o dejar un sitio libre a su lado en el metro.
Desaliñado, con un corte de pelo más próximo a los tiempos de los Beatles, nuestro inquieto personaje es ahora una figura codiciada por los famosos. Ya se sabe, la foto que conviene a todos, y más a los que en su día dieron la espalda a la genialidad agazapada tras esa intensa mirada y look descuidado. Para conocer su corta pero intensa carrera hay que remontarse a finales del año pasado. El inquieto Jack acompañó a su tío en el difícil recorrido que separa a los vivos de los muertos. Víctima de un cáncer terminal de páncreas, el joven contempló impotente cómo la vida se escapaba entre los dedos de su tío.
"No hay nada que hacer", era el triste consuelo con el que sus allegados intentaban apaciguar la rabia de este genio en ciernes. Y tristemente, el guión siguió su curso imperturbable llevándose consigo a su adorado tío. La incomprensión se hizo dueña del espíritu de este luchador, ¿cómo era posible que no hubiera más armas que la resignación ante una enfermedad en pleno 2012?
Un adolescente contra el cáncer
El joven comenzó la guerra por su cuenta. Las clases de ciencia del instituto dejaron de ser un mero trámite para nuestro personaje. De repente las explicaciones sobre química, conductores, y en especial, los nanotubos, cobraron un especial interés. Algo hizo clic en su interior y vio la luz. Él se enfrentaría con ingenio y tenacidad a tan desgarradora enfermedad. Y no fue la locura del momento: sus profesores de instituto recuerdan ahora con nostalgia cómo fue amonestado en más de una ocasión por dedicar las horas lectivas a leer con fruición todo tipo de estudios sobre los nanotubos, el eje principal de esta cruzada contra el cáncer de páncreas.
Un poquito de aquí, otro de allá, y muchas horas robadas al sueño y a partidos de baloncesto con los colegas, pero al final este paradigma de anti-héroe dio con una fórmula, sostenida, al menos, por el papel. Había dado con un sistema de detección precoz de este fulminante cáncer. Asumido ya que una vez extendida la enfermedad, poco se podía hacer desde el punto de vista médico, sus esfuerzos se centraron en la detección precoz. Y ahí estaba: la fórmula cuadraba. Jack Andraka había encontrado un método de detección que humillaba en registros a los que actualmente se utilizaban, y contribuía, de esta manera, a salvar miles de vidas.
¿Y ahora qué? Con la ayuda de su padre, decidió contactar por correo electrónico con las principales figuras de la ciencia de Estados Unidos. Institutos especializados, oncológicos, centros de investigación… no quedó nada por batir. Pero con la misma alegría que vivió el merecido entusiasmo de la victoria, saboreó el lado más amargo del ser humano.
La soberbia y la incredulidad eran obstáculos demasiado elevados que superar, y las eminencias que abrieron el correo del entusiasta Jack borraron la misiva con una sonrisa complaciente. ¿Que un niño de quince años me va a explicar cómo detectar un cáncer? A la basura. Fueron 200 los científicos los contactados por nuestro héroe, y 199 las negativas, más o menos elegantes. Todos menos uno. Anirbar Maitra, un patologista de la universidad Johns Hopkins, apartó ese atípico mail del montón, y aceptó el reto: ayudaría a este irreverente adolescente. Y comenzaron de la mano un intenso trabajo fuera de horas, en sábados y en ocasiones hasta altas horas de la madrugada, en los que el científico fue testigo del entusiasmo del apasionado Jack a su llanto rabioso ante los reveses en los experimentos.
Y así pasaron los días, hasta que una noche, la madre del joven se despertó sobresaltada ante la atronadora entrada de su hijo en la habitación: eran las2:30 de la mañana, pero la sonrisa lo decía todo. Sobraban las palabras. Andraka y su mentor habrían logrado materializar físicamente la revolucionaria teoría sostenida hasta entonces por el papel. Sólo así se entiende que el pasado mes de diciembre, nuestro imberbe genio saltara desbordado de alegría cuando su proyecto fue galardonado en el ISEF, un certamen patrocinado por Intel en el que se financian proyectos de alocados como el nuestro.
Con la boca abierta, gritando y dando rienda suelta a una mezcla de genio, añoranza e ilusión, Jack alcanzó el estrado para demostrar al mundo que el talento no conoce de edades, estereotipos ni patrones. Un filón bien merecido para Intel, que no ha dudado en recordar la estampa en un anuncio que acaba de subir a su canal de YouTube y ya está saboreando ese magnetismo viral. ¿Su lema? 'Look Inside? (mira dentro de ti).
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