“No me interesa cómo se mueve el ser humano, sino aquello que lo conmueve”
Esta frase resume muy bien la concepción que Pina Bausch tenía sobre el baile como expresión del alma. Siempre pegada a un cigarrillo, Pina reinventó el mundo de la danza moderna borrando los límites entre esta disciplina y el teatro. Quería que sus coreografías fueran obras de arte, expresiones estéticas del alma, de emociones reales, y para ello usó recursos dramáticos como diálogos o decorados en los que incluía tierra, agua y rocas. En la película Hable con ella, Almodóvar utilizó la grabación de una de sus coreografías más famosas, Café Muller, la única de sus creaciones en la que ella participó como bailarina.
Pero fue Wim Wenders quien exprimió cinematográficamente todo el jugo a la bailarina alemana (con gafas de 3D incluidas) en la película ‘Pina’. Es un originalísimo catálogo-homenaje que ejecuta las coreografías más importantes de la artista en espacios inéditos como el tren colgante de Wuppertal, minas a cielo abierto o casas de cristal. El tema principal de la película Lilies in the Valley, de Jun Miyake, tiene el contagioso ritmo de un tren de vapor in crescendo. ¿Es danza? ¿Es teatro? ¿O es simplemente la vida?
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