En un artículo de 26 de julio, el prestigioso diario estadounidense The New York Times se hace eco de un estudio publicado por especialistas de la Universidad de Duke, en North Carolina, y del Vermont Law School’s Institute for Energy and Environment en el que se estima el coste total y la viabilidad final de una u otra opción, en busca del mejor sustituto al petróleo. En su alegato contra las nuevas plantas nucleares, los autores del estudio afirman que hasta la energía fotovoltaica resulta ahora por costes más barata que la nuclear.
Los costes estimados de construcción -unos tres mill millones de dólares por reactor en 2002- han ido creciendo hasta la cifra de diez mil millones por reactor en la actualidad y la tendencia al encarecimiento se mantiene, según afirman estos analistas. En realidad, el cálculo total de costes se complica debido a las confusas políticas de subsidios y tasas, que podrían representar cientos de miles de millones cargados al bolsillo de los contribuyentes americanos, sobre todo si el congreso de los Estados Unidos acaba aprobando un ambicioso programa de desarrollo nuclear que está siendo evaluado en este momento.
El informe, "All Risk, No Reward for Taxpayers and Ratepayers" es una respuesta al anhelo del Nuclear Energy Institute, representando a la industria nuclear, de sufragar el nuevo programa nuclear con cargo a un cóctel de subsidios, impuestos, créditos blandos y garantías de pago que se debería definir institucionalmente. En este punto, la industria nuclear presiona, para que la financiación del proyecto corra a cargo de los consumidores de electricidad desde que la construcción empieza y, algunas veces, antes de que ello ocurra. Teniendo en cuenta los frecuentes retrasos en la finalización de estos proyectos, ello podría suponer que los usuarios de electricidad viesen incrementada su factura notablemente hasta doce años antes de que la futura planta produzca electricidad.
Obviamente, el lobby nuclear se apresura a asegurar que, en el momento en que la producción eléctrica de estas centrales se normalice, el usuario se beneficiará de precios muy competitivos. El informe que cita el NY Times, sin embargo, afirma que estas voluntariosas declaraciones son papel mojado si tenemos en cuenta que, por ejemplo, en 1985 la revista Forbes apuntaba que la construcción de la primera generación de plantas nucleares en Estados Unidos había sido "el mayor desastre empresarial de la historia", con frecuetnes bancarrotas y costes estrafalarios que se quisieron compensar por la vía de una desregularización que acabó por entrañar graves riesgos y alzas en los costes de operación.
En el mismo sentido, un estudio de noviembre de 2009 realizado por Citigroup Global Markets sentenció que, económicamente, los riesgos de construcción, de imprevisibilidad en las tarifas y los riesgos operativos eran tales que podían llevar al proyecto a una absoluta inviabilidad. También Moody's detectó el riesgo de la operación y dictaminó que "históricamente, la mayor parte de instalaciones nucleares sufren devaluaciones en sus ratings -que, a veces, pueden ser severas- en el momento de su construcción...". Al mismo tiempo, la agencia de rating consideraba que pese a la determinación política hacia la construcción de nuevas plantas nucleares después de mucho tiempo de estancamiento, el crédito financiero de tales proyectos era negativo, máxime cuando no hay experiencia en la construcción de reactores que cumplan el diseño pretendido por la Nuclear Regulatory Commission. De ahí que un manager consultor de este tipo de instalaciones, Stephen Maloney, declarara que la escalación de costes presenta una curva que las compañías no parecen entender.
Precisamente, el informe destaca una y otra vez hechos como que de las últimas 19 instalaciones promovidas por el NRC, " el 90% han sufrido cancelaciones o retrasos, registrado problemas de diseño, incrementado los costes y/o han visto reducidos sus ratings por Wall Street". En respuesta a esto, Martin Fertel, presidente del Nuclear Energy Institute, tilda de irrelevantes tales conclusiones ya que las primeras plantas no van a entrar en funcionamiento hasta 2016, con lo que las actuales condiciones del mercado no son importantes. Y después de semejante 'boutade' sigue reclamando apoyo incondicional del gobierno, subsidios y emisiones de bonos a interés preferente...
Por si fuera poco, el U.S. Government Accountability Office, evalúa el riesgo de default financiero de esos bonos en un 50%, situándolas en un máximo histórico, incluso para la industria nuclear. De manera muy tajante, sitúa los subsidios directos a estos proyectos en un 15 o 20% del coste de cada reactor. Según estos mismos expertos, estos niveles de subvención y riesgo "pueden impedir en gran manera un acceso al mercado por parte de las otras fuentes de energía". Además, sería más barato, opinan, desarrollar medidas de eficiencia energética que redujeran la demanda energética, al tiempo que se combinan diferentes energías renovables para reducir las emisiones de dióxido de carbono en la misma cuantía que lo harían los proyectos nucleares. Es más, los creadores del informe aseguran que, mediante cogeneración por parte de las energías renovables, podría establecerse el coste por kw en 6 centavos la hora, mucho menos que el rango de 12 a 20 centavos estimados por la industria nuclear, habida cuenta que la construcción de 100 nuevos reactores trasladaría al contribuyente el pago de 1,9 a 4,4 billones (reales) de dólares, siempre que la vida útlil de los reactores alcanzara los 40 años.
Para finalizar, y volviendo sobre el mismo argumento, los autores del informe aseguran que "el frenético esfuerzo de la industria nuclear en incrementar la financiación federal y asegurar el pago de fondos del contribuyente para los trabajos de construcción en marcha, a base de iniciativas legislativas del estado, es la admisión de que esta tecnología no es viable económicamente sin la salvaguarda del estado, llevándonos a una especie de socialismo nuclear americano".
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