Es cierto que la gente, en este siglo XXl, ya no ejecuta sus tareas de una en una, sino que, de pronto, se encuentra hablando por teléfono con su hija en Nueva York mientras paga una factura atrasada de albañilería en la casa; o, a pesar de los peligros del tráfico, no tiene más remedio que conducir mientras su mujer le lee la lista de la compra. La verdad es que la tecnología le permite hoy en día dividir sus acciones en pequeños pedacitos de información que antes requerían el cuerpo y la mente de una sola persona.
A lo anterior los americanos lo denominan ser capaz de acometer tareas multitask; es decir, hacer varias cosas a la vez. Es algo que hemos aprendido desde pequeñitos. Pero, paradójicamente, no hemos sabido tomar nota del diseño de la ejecución que comporta hacer varias cosas a la vez. Hemos aprendido antes el desarrollo intuitivo de las diversas tareas encomendadas que la ejecución concreta de cómo hacerlo.
Un joven escribe en su ordenador a la vez que escucha música y habla por teléfono (imagen: Redes).
Me viene al recuerdo un gran sabio y científico que vive la mayor parte de su tiempo en el Tíbet cuando intentaba explicarme cómo fijar la atención al abordar varias tareas; no debía descuidarse ni un segundo para poder llevar a la práctica actividades que no tenían nada en común: ahondar en el corazón de las cosas, dejar que la mente no pensase en nada y aislarse del resto del mundo. Lo que yo no sabía era que todo eso lo iba a hacer «mirando fijamente la punta de su nariz en busca del secreto».
Lo que estaba sugiriendo uno de los mejores biólogos del mundo es que se puede pensar en todo y en nada al mismo tiempo. En este sencillo ejercicio están las bases de las llamadas técnicas mentales para reducir el estrés (mindfulnessbased stress reduction o MBSR), que tienen miles de seguidores en todo el mundo. Para hacer frente a las múltiples distracciones que caracterizan nuestra vida cotidiana, no cabe duda de que la contemplación –incluida, por supuesto, la meditación– es la respuesta y la salida a la crisis permanente en la que vivimos.
A los que miramos los ejercicios de contemplación o de meditación por primera vez, nos sorprende la ausencia del recurso a la espiritualidad. Al contrario, el sentido común es el primer paso indispensable para ayudar a pensar. El segundo paso tiene más que ver con la divulgación científica que con las ciencias del espíritu. Es, precisamente, la divulgación científica aplicada a los resultados de la nueva moda de la contemplación la que ya ha demostrado el poder inconmensurable de la voluntad individual para alterar conductas y propuestas. Los expertos enumeran cinco pasos bien diferenciados, cinco escalones que conducen a la contemplación y meditación.
En primer lugar, adoptar una postura de descanso. En segundo lugar, respirar profundamente gracias a una absorción moderada de aire y su consiguiente exhalación. En tercer lugar, dejar que el organismo supere el acto de respirar profundamente para acariciar, muy brevemente, los pensamientos a los que se renuncia. En cuarto lugar, tomar nota de que el acto de respirar fue interrumpido por algún pensamiento para volver cuanto antes al proceso respiratorio. Basta con repetir durante diez minutos cada día lo anterior –y ese es el quinto paso– para constatar que ha mejorado la focalización de la atención.
Es difícil no sacar partido de lo anterior. Es improbable que se equivoquen tantos científicos que han demostrado que las técnicas MBSR mejoran la atención en un mundo cada vez más pormenorizado y diverso. A mí me gustaría comprobarlo examinando los resultados de este sencillo ejercicio de meditación-contemplación, en lugar de dejarlo al solo criterios de Silicon Valley. ¿Por qué no lo ensayamos todos mis amigos en Facebook, que ya sobrepasan el millón?
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