El planeta nunca ha experimentado semejante aumento de temperatura. Y los seres humanos que solo llevan 250.000 años en la tierra, nunca han vivido en un mundo así.
Para usted, un aumento de cuatro grados centígrados en la
temperatura ambiente no tiene mayores consecuencias. Pero para el planeta, ese
aumento en la temperatura promedio es una catástrofe. Y a tenor de las pruebas
científicas, hacia ella nos dirigimos si no hacemos nada por evitarlo.
Dice Nicholas Stern, uno de los más respetados estudiosos de estos temas: “A
menos que se impulsen acciones contundentes, hay una alta probabilidad de que,
dentro de aproximadamente un siglo, el mundo sea en promedio cuatro grados
centígrados más caliente de lo que era a finales del siglo XIX [antes del inicio
del proceso de industrialización]. Este aumento en la temperatura promedio y
otros cambios climáticos con él vinculados alterarán la relación de los humanos
con el planeta, incluyendo dónde y cómo viven”.
Stern explica que, desde hace 10 millones de años, el planeta nunca ha
experimentado semejante aumento de temperatura. Y los seres humanos que solo
llevan 250.000 años en la tierra, nunca han vivido en un mundo con cuatro grados
más. De hecho, durante los últimos 8.000 años, la temperatura media del planeta
ha sido estable, fluctuando tan solo entre 1 y 1, 5 grados. Esta estabilidad
climática hizo posible el cultivo de cereales, la agricultura sedentaria y el
asentamiento de las poblaciones en pueblos y ciudades. A partir de una
recopilación de los mejores estudios científicos disponibles, Stern nos ofrece
un espeluznante panorama de cómo sería un mundo cuatro grados más caliente: el
sur de Europa se parecería al Sáhara, mientras que en África este desierto se
extendería hacia al sur, con devastadores efectos en países como Nigeria. Habría
desaparecido la nieve de la cordillera del Himalaya y esto habría alterado tanto
el cauce como el volumen de agua en ríos de los que dependen más de dos mil
millones de personas. Lo mismo ocurriría en los Andes y las Montañas Rocosas, en
el continente americano. Uno de los resultados de esto es que miles de millones
de personas sufrirían de una crónica escasez de agua. Adicionalmente, el monzón
del norte de la India, que condiciona la actividad agrícola de cientos de
millones de personas, cambiaría radicalmente, provocando desplazamientos masivos
de población y drásticos cambios en los patrones de producción y consumo de
cereales, granos y hortalizas.
Selvas como la amazónica se verán fuertemente afectadas por la
desertificación y por la desaparición de miles de especies que no podrán
sobrevivir en el nuevo clima. Se harán más frecuentes fenómenos climáticos
extremos como huracanes, tormentas y ciclones con vientos de altísima velocidad.
Aumentará el nivel del mar: cuando, hace tres millones de años, el planeta tenía
tres grados más en el siglo XIX preindustrial, el nivel del mar era 20 metros
más alto de lo que es ahora. Un aumento de dos metros por encima de los niveles
actuales desplazaría a 200 millones de personas, cosa que es probable que ocurra
antes del fin de este siglo.
¿Cuál es su reacción al leer todo esto? Probablemente, su reacción encaja en
una de estas tres categorías:
A) Negación y escepticismo (“el calentamiento global no está ocurriendo”, “es
una exageración”, “son especulaciones y no es seguro que suceda”, “los cambios
de temperatura son fluctuaciones normales, y no resultado de la actividad
humana”, “también hay consecuencias positivas que compensan los efectos
indeseables”).
B) Ocurrirá dentro de mucho tiempo (“yo no estaré para sufrir las
consecuencias”).
C) Fatalismo e impotencia (“no hay nada que yo pueda hacer”, “las tendencias
o son ya imparables o revertirlas requiere de esfuerzos que no se van a hacer”,
“los gobiernos no actúan”).
La primera de estas reacciones (el escepticismo) desdeña el hecho de que el
97% de los artículos científicos concluyen que el planeta se está calentando
como consecuencia de la actividad humana. E ignora que hay 140 fundaciones que
reciben 900 millones de dólares al año de sectores interesados en fomentar dudas
sobre el cambio climático. La segunda reacción (“aún falta mucho tiempo”) no
toma en cuenta que el proceso se ha acelerado, que los impactos negativos ya
están ocurriendo y que se agudizarán en un lapso relativamente breve. La mayoría
de los científicos concluye que un aumento de dos grados ya produciría cambios
catastróficos y que, de no revertir las tendencias, este aumento ocurriría en
2036.
Finalmente, la presunción de que ya no hay nada que podamos hacer es, por
supuesto, la garantía de que nada se hará. Aunque esto sea cierto, ver
pasivamente cómo el planeta avanza hacia la catástrofe debería ser una actitud
intolerable. De hecho, sí hay algo muy importante y muy sencillo que todos
podemos hacer: decidir no ser indiferentes ante esta amenaza.
@moisesnaim
Publicado en EL PAÍS
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