Desde que el ser humano adquirió conciencia de sí mismo, una de las preguntas más frecuentes sobre su propia naturaleza es aquella que busca responder qué nos hace únicos como especie. Desde distintas disciplinas hay quienes han encontrado dicha especificidad en la empatía, en la compasión o en la posibilidad de amar. Otros dicen que somos los únicos que rinden culto a los muertos, o que utilizamos a nuestro favor los recursos que nos rodean. En cualquier caso, todo parece indicar que el origen de esa diferencia se encuentra en nuestro cerebro, probablemente el único órgano que, evolutivamente, se desarrolló de manera distinta a otros primates.
Recientemente, un equipo multinacional de neurocientíficos publicó un artículo en el que sostienen haber encontrado la región del cerebro que nos distingue como especie y, por ende, nos otorga la posibilidad de desarrollar habilidades únicas, en especial el pensamiento abstracto y el lenguaje.
Los resultados de la investigación, dados a conocer en la revista especializada Current Biology, muestran que entre el cerebro de un ser humano y el de otros primates existen diferencias no sólo anatómicas, sino también en lo que respecta a la aprehensión de la información proveniente del exterior y su procesamiento.
En particular, los científicos observaron la manera en que el cerebro de una persona y el de un mono reaccionaban a una secuencia de sonidos en la que tres tonos idénticos daban paso a un cuarto distinto. El ejemplo más célebre de este patrón es el conocido inicio de la Quinta Sinfoníade Ludwig van Beethoven, el célebre “da-da-da-DAH” en el que tres notas idénticas preceden a una cuarta distinta.
El propósito general del experimento era saber si el cerebro del ser humano o el del mono podían reconocer las secuencias en dos aspectos: el número de tonos presentados y la forma en que estos se repetían. De este modo, se podía conocer también qué cerebro era capaz de procesar un patrón algebraico de información.
En un primer momento, los investigadores probaron con otras secuencias con la misma estructura mientras con imágenes de resonancia magnética miraban las zonas del cerebro activadas por dichos sonidos (AAAB), pero después probaron con otros patrones como AAAAB, AAAA y AAAAAA.
En sus observaciones, el equipo encontró que tanto en seres humanos como en monos se activó la región del cerebro asociada con los números, lo cual significa la posibilidad de notar el cambio de tonos. Asimismo, el reconocimiento de la repetición también fue común a ambas especie. Sin embargo, la diferencia entre una y otra se encontró en la respuesta del cerebro humano ante los cambios combinados de número y secuencia en los tonos. Específicamente, la región de nuestro cerebro que se activa ante esto es la conocida como giro frontal inferior.
Esta zona del cerebro no es exclusiva del ser humano, pero a diferencia de otros primates, en nuestra especie su expansión en mucho mayor. Ahí, por ejemplo, se encuentra el área de Broca, que está asociada con el procesamiento del lenguaje. En el caso de los patrones de sonido presentados, los monos los reconocieron pero pronto dejaron de considerarlos “interesantes”, una forma de acercarse distinta a la del cerebro humano, que además de prestarles atención, comenzó al instante siguiente a analizarlos.
Lo interesante, por otro lado, es que parece ser que esta manera de procesar la información y, en especial, la de tipo abstracto, podría estar incluso más allá del lenguaje, como una suerte de característica única que da sentido a la manera en que, como seres humanos, como especie, aprehendemos el mundo.
Comentarios
Publicar un comentario