- ¿Sabías que las expectativas son determinantes
- en la configuración de la realidad?
Las expectativas desarrollan, en gran parte, nuestro potencial para escribir la propia felicidad o la desdicha. “La esperanza es el motor de la humanidad. En ocasiones esperamos que el futuro nos depare cosas positivas y eso nos permite activarnos para conseguirlas”, indica la psicóloga Natalia Poyato. La ciencia lleva años analizando este fenómeno.
En concreto, un estudio realizado en los sesenta por la Universidad de Harvard demostró cómo no solo son nuestras creencias las que influyen en nuestro comportamiento, sino también las de los demás.
En la investigación participaron profesores a los que se dijeron que ciertos niños (escogidos al azar) eran inteligentes. Todo derivó en que los elegidos tuvieron mejor rendimiento, tanto en clase, como en tests de coeficiente intelectual. Lo que demuestran estos estudios es que la capacidad de sugestión del ser humano tiene un efecto determinante en el cuerpo y en la mente.
Pero, ¿qué ocurre cuando son demasiado altas o no se corresponden con la realidad? Los siguientes casos pueden minar el bienestar de casi todas las personas.
El condicionamiento externo
La medicina ha trabajado en este ámbito en el denominado efecto placebo. Uno de los estudios determinantes sobre dicho fenómeno fue el desarrollado por G.A. Hoffman que demostraba cómo entre el 30 y el 60% de las personas que tomaban pastillas para el dolor de cabeza lo sentían en menor grado tras haber recibido un medicamento placebo.
Por su parte, el dr. Travis Bradberry, presidente de Talentsmart y autor de Inteligencia Emocional 2.0, señalaba en su perfil de Linkedn que: “Los pacientes que tienen expectativas bajas en procedimientos médicos tienden a tener peores resultados que aquellos que esperan el éxito”. Es lo que se denomina el “efecto nocebo”. Algo que demuestra que si no crees en lo que haces, difícilmente conseguirás el éxito.
Anticiparnos a la adversidad
Adelantarse a los posibles acontecimientos negativos supone una zancadilla al bienestar.
“Ponemos en marcha diferentes soluciones para cambiar el suceso futuro, pero solemos tener problemas para regular las emociones frente al mismo”, cuenta la experta. De ahí que lo único que consigamos es agotarnos. Un probable despido, que se estropee un coche o un proceso quirúrgico anunciado pueden desencadenar episodios de insomnio, preocupación y tristeza. “Lo más importante es mantenernos activos frente a la adversidad y no dejarnos derrotar”, continúa.
Un revés inesperado
Imagina que has volcado todas tus ilusiones en un viaje, pero inesperadamente surge una huelga de controladores aéreos que impide que se realice.
“Las expectativas juegan en nuestra contra cuando estamos convencidos de que algo bueno va a suceder, pero aparece un resultado negativo imprevisto para el cual no nos hemos preparado”, afirma la psicóloga.
Proyectar la ilusión de felicidad hacia el futuro puede tornarse en su opuesto si los hechos no suceden según habíamos pensado. “La planificación nos ayuda a conseguir nuestros objetivos, pero debemos ser capaces de mantener un equilibrio entre los planes propios y el entorno, siendo flexibles y adaptándonos a las situaciones inesperadas”, añade Natalia.
Asimismo, apunta al valor de la práctica en estos casos y a la perspectiva. “Hay que enfrentarse a las situaciones, viéndolas como un nuevo reto y no como una amenaza”, indica.
Preocupación crónica
La propia inseguridad personal o permitir que el malestar del entorno incida demasiado en nuestra vida minan la felicidad.
Si alguien piensa constantemente en que va a fallar en el trabajo o en el ámbito personal, ten la certeza de que acabará ocurriendo. “Se trata de la gente que se preocupa crónicamente intentando prepararse siempre para lo peor. Se genera un alto coste personal en esa espera”, señala la especialista.
Una carga que se manifiesta en el agotamiento mental y genera un entorno limitador. “Quizás podemos compararlo con un problema de matemáticas en el cual primero hay que entender qué problema tenemos delante, ver qué es lo que queremos conseguir, analizar cuáles son las herramientas con las que contamos y que nos permiten conseguir mejor nuestro objetivo y finalmente ponerlas en marcha”, concluye.
¿La solución? Vivir el presente
“Dan Gilbert, un psicólogo de Harvard, publicó hace unos pocos años un ingenioso trabajo en la revista Science en el que demostraba que tanto pensar en el futuro como en el pasado nos hace menos felices que simplemente estar centrados en el instante presente”, comenta Natalia. Parece que la ciencia coincide en este aspecto con las enseñanzas de Buda y quizá la meditación sea la clave para ayudarnos a alcanzar la dicha.
Por otra parte, Gilbert, autor de Tropezar con la felicidad (Ed. Destino), habla de que poseemos un “sistema inmunológico psicológico” que nos haga sentirnos felices incluso si las cosas no salen según lo planeado.
¿Cuál sería entonces la ecuación para la felicidad? Pensamiento positivo, una mente permeable al cambio y orientar la experiencia al presente. ¿Listo para intentarlo?
Publicado en LA VANGUARDIA
Publicado en LA VANGUARDIA
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