ENTREVISTA JEREMY RIFKIN
"Tenemos que crear una red de energías renovables"
| Compartir la electricidad generada de forma sostenible en los edificios como una forma de evitar el calentamiento global.
"Según el último informe de las Naciones Unidas sobre cambio climático, la temperatura del mundo podría subir tres grados, y ese es un escenario medio: podría ser más. Equivale a regresar a la Tierra de hace tres millones de años y a perder entre el 30 y el 70% de las formas de vida. Un punto de no retorno al que llegaremos si antes de 9 años no trazamos un plan mundial y lo seguimos sin cometer ni un solo error".
El economista estadounidense y autor del best seller La economía del hidrógeno, Jeremy Rifkin, habla sin pausas ni repeticiones. En la primera mitad de la entrevista telefónica que concedió a iEco no hubo espacio para preguntas, como si a él también le faltara tiempo para enviar un mensaje tan apocalíptico –presenciamos el ocaso de una revolución industrial cimentada en los combustibles fósiles– como esperanzador: tenemos que dar paso a una red de energías renovables que imite el funcionamiento de Internet.
La novedad de su planteo no reside en las fuentes renovables, hace tiempo descubiertas, sino en la posibilidad de crear una trama de productores-consumidores en la que cada edificio, fábrica o casa se convierta en un generador descentralizado de energía. "Durante 25 años, los gobiernos me dijeron: 'Nos encantan las renovables, son seguras y sostenibles, pero nunca van a alimentar a toda una economía porque les falta la potencia del carbón, del petróleo, del gas o del uranio'. Hasta hace poco, no podíamos contestar ese cuestionamiento pero hoy tenemos la respuesta y se llama tecnologías de la comunicación".
Igual que en Internet la conexión de millones de PC creó una red con mucha más capacidad que la mayor computadora imaginable, Rifkin cree que la integración en una red eléctrica de la energía generada por millones de edificios con sus propios molinos de viento, placas solares y mecanismos para aprovechar el calor de la tierra y la biomasa de los residuos, sería capaz de una potencia jamás alcanzable si nos limitásemos a repetir con las energías renovables el modelo de central eléctrica que funcionó para los combustibles fósiles. "Con este sistema, cada vez que alguien produzca más energía de la que necesita, la podrá compartir. Cualquier chico de Argentina que creció con Linux, YouTube o Wikipedia entiende de qué estoy hablando."
–¿Ya hay edificios con esas características en pie?
–Sí. En Europa ya se construyeron los primeros. En la región española de Aragón opera una fábrica de General Motors con una producción anual de 500 mil autos.
Recién este mes anunciaron la instalación de un panel solar que costó 78 millones de dólares y que genera suficiente electricidad para casi toda la fábrica y 4.600 hogares. En nueve o diez años planean recuperar la inversión. A partir de ahí, electricidad gratis.
–¿Y por qué no todas las empresas hacen lo mismo?
–Van a hacerlo pero todavía no lo conocen. Por eso estamos promoviendo un plan a largo plazo dentro de la Unión Europea. En enero lo llevamos a los Estados Unidos y, ojalá, a América Latina y al resto del mundo. Tenemos que pensar en una revolución de la construcción. En 2050, todas las construcciones, nuevas y viejas, deberán aprovechar la energía que se genera alrededor de ellas, almacenarla en forma de hidrógeno –como el formato digital almacena la información en Internet– y compartir los excedentes mediante las nuevas redes inteligentes de energía.
–Las pilas de combustible que necesita el hidrógeno aún son caras, ¿cómo lo compensarán?
–El problema es la economía de escala, por eso hablamos de la adopción temprana por parte de los gobiernos y de sus servicios asociados, como por ejemplo el correo. Los tejados de los edificios gubernamentales, las flotas de automóviles... Todo podría funcionar con pilas de combustible. Así bajarían los precios.
–Además de adopción temprana, ¿su modelo necesita dinero público?
–Sí, sí hace falta mucha liquidez. Doy un ejemplo. En dos años, todas las grandes automotrices están saliendo con autos eléctricos. Dos años más tarde, piensan sacar los primeros vehículos con pilas de combustible. Para eso, tienen que aliarse con las generadoras de electricidad. Daimler Chrysler ya creó una alianza con la de Alemania, RWE, para instalar millones de centros de carga por todo el país. Eso va a costar mucho: inversiones privadas pero también dinero público.
–¿Y eso es alcanzable?
–Ahora mismo estamos gastando mucho para rescatar el modelo económico de la segunda revolución industrial, que está en terapia intensiva y en su ocaso. Si sumamos los salvatajes de Europa, EE.UU., China y el resto del mundo, ya llegamos al billón de dólares. No podemos seguir tirando nuestras reservas para detener la sangría porque no nos van a quedar recursos para diseñar la infraestructura de la tercera revolución industrial, que es donde el nuevo régimen energético y los puestos de trabajo van a estar. Hay que gastar lo justo para que no colapse pero sin dejar de invertir en lo nuevo.
–Aunque muchos lo vieran venir, hubo que esperar al colapso derivado de las subprime para que llegaran los rescates, ¿por qué esta vez los gobiernos sabrían adelantarse?
–Es verdad que eso fue asi, pero si usamos esa lógica esta vez, estamos condenados. Lo que está ocurriendo hoy es mucho más grave que lo que sucedió durante la Gran Depresión, que no terminó con un modelo energético porque recién empezaba la electrificación y el petróleo. El actual es un colapso financiero y del régimen energético, algo mucho más serio. Obama habla sobre el tema pero además hace falta redactar un plan como el que ya hicimos en la UE y conseguir que sea escuchado. Porque si esta no es la solución, ¿cuál es? No me parece que haya un plan B. Esta vez necesitamos un liderazgo fuerte que piense de forma diferente. Si no hacemos nada cuando podemos, tal vez después sea demasiado tarde.
–¿Barack Obama podría proporcionar ese liderazgo?
–Soy ligeramente optimista al respecto. Me gustaría ver una alianza entre la primera economía del mundo, que por PBI y exportaciones es la UE, y la nueva administración en Washington. Que Europa les diga a Obama y al Congreso: 'Hagamos una alianza transatlántica y pongamos a los CEO y a la sociedad civil a trabajar con los gobiernos para llegar a la tercera revolución industrial; invitemos a China, India y Brasil. Hagamos un plan para todas las Américas".
–¿Cuentan con encontrar resistencias en India y China?
–Lo que yo le digo a los funcionarios de la Comisión Europea es que no podemos llegar con un plan de castigos sino con un programa que signifique ganancias para todos. Y preguntarle a China y a la India, ¿dónde les gustaría estar en los próximos 20 años? ¿Con las energías de la segunda revolución industrial y llevarnos a todos a la muerte? ¿O con las nuevas?. Creo que la respuesta está clara. Tenemos que convertir la crisis financiera, climática y energética en una oportunidad, pero si pensamos con mentes estrechas, no vamos a lograrlo.
–¿Pensó en el impacto cultural que podría tener la autonomía energética que promulga?
–Sí: es enorme. Es darle el poder a las personas. Permitiría una extensión del capitalismo ya que todo el mundo se convertiría en jugador en el mercado energético. Haría falta también un modelo social que lo equilibre para regular la forma de compartir la energía en redes, como se comparte hoy la información. Desde la revolución francesa, vivimos un progreso hacia la democracia pero el problema siempre fue que los regímenes energéticos hasta ahora eran de elite.
Por eso nunca pudimos tener una plena participación individual. Un modelo en el que la gente produzca su propia energía permitiría una auténtica democracia económica y, por lo tanto, política. Podríamos formar parte de la globalización sin depender del petróleo de Medio Oriente ni del ejército de los EE.UU.. Para lugares como Sudamérica, las oportunidades de cambiar la geopolítica son enormes: las fuentes de energía renovable en la región son inmensas. No hay más que mirar el viento de las Pampas o el sol que hay por todo el país.
–¿Las reducciones coyunturales en el precio del petróleo pueden retrasar la llegada de energías alternativas?
–La comunidad de negocios y los gobiernos tienen que darse cuenta de que llegamos a lo que yo llamo el nivel de globalización máximo. Ahora el precio del barril bajó porque nada se mueve: como el motor se detuvo, no necesita combustible. Pero si salimos del parate y el motor vuelve a andar, la inflación lo detendrá en cuanto el barril vuelva a llegar a los US$ 147.
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